Para combatir la pobreza en América Latina primero se deben reducir las desigualdades, afirman expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA).

Pese al crecimiento económico de la región y a los esfuerzos de los gobiernos, hoy casi la mitad de los habitantes rurales de la zona son pobres y cerca de un tercio son indigentes. La reducción de la pobreza rural se ha estancado en América Latina en los últimos años, e incluso ha retrocedido en algunos países, señala la FAO.

“Las estrategias de reducción de la pobreza rural fueron creadas el siglo pasado, y están basadas en supuestos que ya no so necesariamente válidos. Necesitamos soluciones del siglo XXI a este problema”, explica el representante regional de la FAO, Julio Berdegué.

Para cambiar esta situación, la FAO y el FIDA crearon la Alianza para la eliminación de la pobreza rural en América Latina, que está integrada por los principales expertos latinoamericanos de desarrollo rural y su misión es proponer soluciones innovadoras que tengan un impacto en la vida de millones de personas.

“Es más fácil subir los primeros mil metros de una montaña, que los últimos 100 de la cumbre”, dice Berdegué para explicar que las políticas que se requieren hoy, no son las mismas que permitieron reducir la pobreza regional en los últimos 15 años.

Según la FAO, los que más sufren son los más pobres entres los pobres: la indigencia rural bajó menos de un punto porcentual entre 2012 y 2014, y se mantiene en 27 por ciento. “Los pobres rurales están en áreas marginadas donde a los gobiernos y las organizaciones les es difícil llegar. Ahí hay otros tipos de problemas de género, de exclusión de indígenas y afrodescendientes, donde los desafíos son más grandes”, asegura Lauren Phillips, especialista del FIDA en políticas públicas.

Ante esta problemática, la alianza creará una propuesta regional que presentará a los gobiernos de América Latina, y trabajará con países piloto para crear formas de intervención cuidadosamente diseñadas para las realidades nacionales y territoriales de cada nación. Los miembros de la alianza destacan que su prioridad será llegar a los gobiernos con ideas concretas que pueden mejorar las capacidades de los países para acabar con la pobreza rural, no a nivel teórico sino práctico.

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